miércoles, 3 de diciembre de 2008

Australia - Parte III

Seguimos por la Great Ocean Road

La zona más fotografiada de esta carretera fue un poco fiasco para nosotros. Día gris donde los haya, con un frio que pela. Atravesamos como 50 km con bancos de niebla, y no atropellamos de chiripa a un canguro porque el pobre fue listo.



Si hubieramos tenido un día soleado, que hubiera sido lo más habitual, la Great Ocean Road y sus acantilados mostrarían un aspecto inofensivo. Pero en un día como hoy ni siquiera recomendaban bajar a la playa a riesgo de quedarse atrapados por la marea, o de caerse un trozo de acantilado.

En fin, que el mar daba escalofrios al mirarlo.






Esta zona es conocida como Lord Arch. Mirad las pedazo de olas, rompen en lo alto del acantilado. Es curiosos que los miradores estén en el mismo borde del acantilado. Como para no asustarse.



Los bares de la zona siguen teniendo ese sabor especial a olas, a sal, a mar, a surf. Esta gente no da la sensación de tener estres, sobre todo por el tiempo que tardan en traer la comida. Y otro dato curioso es que a pesar el frio (nosotros llevabamos forro y gorro), mucha gente iba en chanclas y con bermudas. Ahí queda.


Casi, casi, el destierro

Al salir de la Great Ocean Road, atravesamos la zona de viñedos mas importante de Australia, con vinos dignos de ser catados, NOMBRAR ALGUNOS.

Las carreteras son planas y las rectas infinitas, es un problema al conducir ya que el cansancio va haciendo mella. Casi no hay pueblos, ni gasolineras, ni vida humana en cientos de kilómetros a la redonda. Los pocos pueblos que hay están lejísimos unos de otros. Me pregunto de que vive aquí la gente, donde salen a cenar, a divertirse... Quizás eso explique que cualquiera se pare a hablar contigo y que sean simpáticos. La gente del lugar tiene los ojos claros y un extraño acento que piensan entendemos con facilidad. Aún así es agradable.

La vegetación comineza a escasear, huele a desierto y eso que aún nos quedan muuuuchos kilómetros para llegar.

Y en mitad de ninguna parte, sorprende que haya gente, niños, deporte, ...




Llegamos a Adelaida como punto final de la civilización. No tenía mucho que ver, pero luego nos dió tiempo de echarla mucho de menos.

Los food markets son lugares en los centros comerciales donde se reunen todos los restaurantes de comida rápida. Coges tu comida donde quieras, y luego eliges sitio, si es que queda alguno libre.



El mercado de Adelaide, tiene la filosofía del Carrefour, aunque son puestos como los mercados de toda la vida, tu coges lo que quieres, lo metes en bolsas y el vendedor te lo cobra. Veo gente de muchas razas, ¿qué demonios hacen aquí tan perdidos de sus lugares "de origen"?... Es lo que tiene la multiculturalidad.

La tienda de quesos, uhmmm. ...



Al salir del mercado nos damos de bruces con Chinatown, pollo asaso (entero y una pieza), sopa de pato, y un cantaro de arroz gigantesco. Sobra la mitad de todo. Y de postre, nos pasamos por la mejor chocolatería de toda Australia, compramos unas nubes de algodón recubiertas de chocolate (15$AU) ñam, ñam ... como para luego cenar ...




Pajaritos por aquí .... tiroriro riroriro

Domingo. Llueve. No importa. Estamos de vaciones. ¿Paseamos a ver que vemos?

Hola señor cisne, que raras son sus plumas negras



¿Está bueno el agua señor pato?



Oh!, por sus ojos pensaría que ayer trasnochó



Y si comemos algo?



Una flor regaliz?



Vamos a una galería de arte indígena, a las 12 hay danzas. Compramos dos lagartos y un boomerang, todo hecho a mano por artistas locales. Los cuadros son una pasada, pero carísimos. Comemos cerca, en Austral. Viene un chico gay, pero muy locaza, y va provocando a la gente. Aquí la gente no es tan "fina" como en Melbourne o Sidney, son más bastos, más gordos, mas morenos, y el gay pasa apuros pero sale airoso por encima del bien y del mal, ¡simplemente espectacular!. Tomamos ensalada, fish and chips y patatas con chile que nos recomienda nuestro vecino de mesa. Probamos cerveza negra y rubia, pero solo un vaso de cada. Aquí los autóctonos no se conforman con un vaso, piden jarras de ¡litro y medio!!!!

Tomamos el tranvía a Gleneg. Montamos sin ticket. Pasa el revisor y lo tenemos que comprar. Un paseo fantástico de 30 minutos, rodeados de adolescentes comiendo chuches y dando grititos. Confirmado. La edad del pavo es igual en todos los sitios.

Tarde en la playa. El sol nos deleita con el espectáculo de las 18:00. La gente emocionada aplaude al astro rey.





Campeones ...

Hoy es día 30 de Junio. 4:00 AM. Dos españoles. Un hotel en silencio. La tele está encendida. Los de la roja corren y sudan. Los españoles aprietan las banderas. Lloran. Gritan. Se abrazan. Lo hemos conseguido. Por fin campeones! ¿No decian que el fútbol es un juego en el que juegan 11 y siempre gana Alemania? Si Naranjito levantara la cabeza...

Cruzamos Mt. Remarcable por la carretera. Es muy estrecha, con muchas curvas y pequeñas gargantas. Un señor canguro sale a saludarnos y cruza raudo delante de nosotros. Llegamos a Melros. Parece un pueblo fantasma. Solo encontramos a la encargada del camping, que nos aconseja hacer esta corta ruta





Segimos conduciendo hasta garganta Alligator. Las paredes son rojas, verticales, y en algunos sitios cuesta pasar entre ellas. Andamos 2 horas por el fondo, hay caquitas de animal y huele a canguro.




Sorpresa a la vuelta, del viento que hacía, un arbol cayó en mitad de la carretera. Tuvimos que partirlo en trozos pequeños y luego retirarlo. Nadie pasó para ayudarnos. Normal, no hay pueblo ni cerca ni lejos. Estamos por ahí perdidos.



100 años de soledad, 500 km de camino




Conducimos muchiiiiiiiiiísimo (537 km!!) por la que a partir de ahora será nuestra carretera, la Stuart Hwy. Rectas largíiiiisimas y un sol abrasador. Vemos canguros, emues, aguilas salvajes ...



un camino cualquiera



la via que atraviesa el continente de norte a sur



El primer pueblo a los 300 km de empezar. Es el primer indicio de vida humana que vemos en toda la mañana. Da hasta miedo.



Comemos en un area de servicio, con más gente!! Claro que ellos van super-preparados, lechugas, tabla de cortar, paquetones de zumo gigantes, hornillos ... Creo que les damos lástima y por eso nos hablan.

Al llegar a Coober Pedy, ya venimos achicharrados por el sol, aunque curiosamente, el termómetro marca 20º. Vemos pozos de excavación por toda la carretera y señales que rezan peligro, no acercarse, no andar de noche, no ir andando hacia atrás. Esto parece la guerra. Y llegamos a la ciudad desierta de Coober Pedy. Con más de 30 nacionalidades diferentes, la gente acudió aquí en masa para forrarse con el tema del ópalo. Como siempre solo unos pocos lo consiguieron y el resto siguen trabajando como burros.

Es curioso la soledad que se respira,





aquí rodaron películas como Mad Max y Priscila reina del desierto
y tienen una valla (Dog fence) que protege las ovejas de los dingos (perros del desierto).



Una valla que mide como de España a Rusia, unos 5000 km. Se construyó hace 60 años, y todavía la siguen usando. De hecho las ovejas pastas a sus anchas por toda la zona.

Aquí hay gente que tiene ranchos que son como todo Castilla y León, van a ver el ganado en helicóptero, y viven en mitad de la nada. Sus hijos dan clases vía satélite, y si están enfermos o bien se apuntan en la gasolinera en la lista de las visitas, o si es más urgente están los flying doctors, que acuden en avioneta donde se los necesita. ¿Cómo se os queda el cuerpo?

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